Geirola, Gustavo. FREUD: del nombre, del origen y del ‘gran
hombre’. Ensayo conjetural. Los Ángeles/Buenos Aires: Argus-a Artes y Humanidades/Arts & Humanities,
2024. ISBN 978-1944508-57-9, 316
páginas.
Freud: ¿Por qué se llega a ser lo que se es?
No será La fuente de Duchamp o los 4 minutos 33 de John Cage, pero este
libro conserva el espíritu provocador de esas obras. Para sostener sus
conjeturas sobre la vida y obra de Freud, Gustavo Geirola se sirve de la
lectura que Foucault realiza de Nietzsche, produciendo allí una novedosa forma
de interpretar a un sujeto en su historia. Esto es, una biogenealogía.
Desde un principio el autor
parece romper una cuarta pared para advertir al lector: “Ud. está por
introducirse en una forma distinta de explorar la vida y obra de Sigmund
Freud”. Perdón. ¿De quién? De Sigismund Scholmo Freud. No por nada el
primer capítulo, el primer acto de esta obra, se titula “Del nombre”.
¿Qué pasó? ¿Acaso el
creador del psicoanálisis tiene un nombre artístico? Tal vez, algo por el
estilo, pero este nombre de fantasía - o de fantasmas - no está diseñado en un
estudio de marketing (como Karol G o Daddy Yankee), sino que surge como roca
volcánica, como piedra metamórfica, aquel mineral que se transforma a sí mismo
en el fuego interior del planeta. Justamente, Gustavo Geirola rastrea que este
interesante juego freudiano de intercambiar nombres comienza en medio de un fragor
privado: la relación epistolar del joven Freud con Eduard Silverstein, de quien
se hiciera amigo a los 13 años y se convirtiera -durante diez años- en un
auténtico confidente capaz de provocar en el inventor del psicoanálisis
referencias sumamente tiernas, pero también despechadas. Y que el lector podrá
apreciar, pues Geirola trabaja las cartas sobrevivientes: Freud no dejaría
rastro de aquellas, pero Silverstein supo conservar el tesoro.
Pero no nos confundamos, de
ninguna manera se aproximan estas misivas con el objetivo de exhibir un chisme
pueril que entusiasme a un lector sin mayores pretensiones que atiborrarse de
datos curiosos. La advertencia del autor fue clara: “Usted no está por ingresar
a una biografía”: ese terreno harto conocido en el que el biógrafo recorre
puntos nodales de la historia de un personaje, sucesos que se encadenan
prolijamente producto de la recopilación de cartas, comentarios de allegados, y
contexto de la época. No es este el trabajo de este ensayo, pero no por
desechar aquella tarea. No mira de reojo y sobre el hombro a los biógrafos de
Freud. Por el contrario, se sirve de ellos. Aunque para una labor distinta,
novedosa, a la que él mismo llamará ‘conjetural’.
Como un arqueólogo
recorrerá los sedimentos simbólicos de un hombre, las diversas capas de
palabras, que a lo largo de cartas, ensayos y libros (escritos por él, sobre
él, o bien, de sus discípulos), y que constituyen el único terreno por el cual
se puede llegar a la verdad de un sujeto: La verdad que, como escribe Néstor Braunstein
en su Ficcionario de psicoanálisis (2001), es
siempre media-dicha, conjetural.
No mencionamos caprichosamente
al psicoanalista argentino, pues a dos años de su partida corpórea, Geirola le
dedica el libro. Ahora bien, esta intención no se debe -únicamente- a la
inmensa producción ligada al psicoanálisis, el arte y la filosofía que hizo
Néstor Braunstein. Sino que se trata de un gesto de gratitud por la
inspiración. Pues Geirola toma el guante que Braunstein arroja a la cara del
lector en su texto Edipo vienés (en Freudiano y Lacaniano, 1994): ¿Por qué Freud
callaba y desfiguraba el texto de Sófocles, al cual conocía tan bien? ¿No nos
enseñó eso Freud?: Quienes pretendan oír la verdad de un sujeto deben hacer
eso, escuchar. Escuchar los sonidos que brotan como palabras de sí: ¿Y qué es
la música si no un conjunto de sonidos y silencios?
Geirola parece decir
“Freud, si tú nos enseñaste esto, permítenos la herejía de interrogar tus inflexiones,
tus silencios, tus síncopas y contratiempos. Freud, si manejabas tan bien el
español, ¿por qué no abundan referencias en ese idioma en tus obras? Si durante
diez años usaste ese idioma para cartas con amor, con ternura, con celos, con
entusiasmo…con Silverstein”. Y como sólo los no incautos yerran, Geirola
conjetura: el español era el idioma de las pasiones freudianas.
¿Entonces por qué está
fuera de su obra? (!!!) Justamente de la obra que puso la dinamita en los
cimientos de la forma de pensar la sexualidad humana, adulta e infantil, desde
la más sana a la más enferma. “Retrucaste el Pathos ¿Por qué ese idioma quedó
por fuera?”.
A lo mejor, algún real
aguijoneaba allí al Joven Sigismund Scholmo Freud. Quizás… dejarlo por fuera de
su obra –no diríamos que de su vida—, pero sí de su obra, haya sido el costo a
pagar por saber-hacer de esa pasión una obra del pensamiento, una obra
intelectual, una obra científica.
Geirola pesquisa
clandestinidad en estas cartas escritas en un idioma muy difícil de entender en
la Viena del siglo XIX y firmadas con un seudónimo. Vale la pena mantener este
nombre sustituto en las sombras para que el lector lo descubra. Cubrir y des-cubrir
es parte del juego biogenealógico, y allí es preciso no anticipar ciertas
sorpresas. Pero si podemos decir que será el modo en que el joven Sigismund–aún
usaba aquel nombre— utiliza para incluirse en la Sociedad Española, esa
sociedad de sólo dos miembros: él y Silverstein.
Ahora bien ¿es un simple juego adolescente el anonimato, los silencios, las
sociedades secretas, y los idiomas furtivos que se mezclan en esta
correspondencia apasionada? ¿O acaso son los sonidos del concertino que afina
antes de su sinfonía psicoanalítica? Pero entonces, Freud, ¿por qué te
cambiaste el nombre?
Geirola ubicará que en
aquella época entra en el silencio el nombre de los ancestros, Scholmo. A
la vez que el Sigismund sufre una amputación: Sigmund. ¿Qué es lo que se arranca
allí? ¿Acaso pretende un disimulo? Ciertamente el Sigmund suena más alemán que
Sigismund…. Pero ¿será que también algo resonaba singularmente en Freud?
Geirola avanza y casi que
lo escuchamos decir: “Freud, si eras tan ávido con la literatura española, digo…
no será…tal vez…que este Sigismund era prácticamente igual al Sigismundo, del
personaje principal de Calderón de la Barca? ¿Protagonista de qué obra? Nada
menos que La vida es sueño. ¡Justo,
Freud! ¡Parece que el español intuyó 300 años antes algo que tú continuarías! Y
mira tú el nombre!”. ¡Qué parecida que es la realidad con la coincidencia!”.
¿Será posible que una
grieta genealógica asome allí su cabeza? ¿De dónde proviene el nombre
Sigismundo? Wagner, el famoso Wagner, el alemán Wagner, cuyas producciones
musicales hacían vibrar a Europa, entre ellas una muy singular. La tetralogía
operística El anillo del nibelungo,
mitología nórdica de donde se destaca nada más y nada menos que Sigfrido.
Las resonancias parricidas
e incestuosas de Sigismundo y Sigfrido… llamativamente no aparecen en las
referencias de un autor de una amplitud artística tan basta como Freud. Quien
no pudiendo desconocer esto…sin embargo no los nombra. Pareciera que ciertos
silencios son producto de que se vislumbre algo que está más allá de las
palabras.
Como buen jardinero, Freud
realizará podas en la marca que recibe de sus antepasados: conserva el
apellido. Pero recorta el Sigismund y forcluye el del abuelo
“Scholmo”. Conserva el espíritu etimológico de Sigfrido/Sigismundo/Sigmund:
la victoria.
Justamente, si algo logró
Freud, es hacerse un nombre. Parirse a sí mismo como líder de un movimiento
que, a contrapelo de las tendencias mercantilistas, hasta el día de hoy,
apuesta porfiado al modo singular con la que cada quien puede arreglárselas
entre aquellos dos abismos a los que llamamos nacer y morir. Geirola nos
recuerda que Lacan señala el Padre-del-Nombre. Ciertamente, Freud es hijo de su
producción. Y se bautiza: Sigmund.
Pero
esto no es sin costos. Y
no únicamente para la vida del científico alemán cuyo saber-hacer consistió en
deponer ciertas pasiones y abocarse a otras. Carnales unas, intelectuales
otras. El autor avanza conjeturando: esto también tiene consecuencias en la
teoría. Se los dijo, esto no es una biografía. Es un ensayo bio-genealógico.
Acá se investiga el poder que trafican las palabras. Lo que Freud calla, en su
vida, en su teoría, lo que le resulta inescrutable, el darkcontinent.
La cuestión de la mujer y lo femenino, siempre ligado a lo insondable en Freud.
Escollo en la vida y en la teoría que Lacan, luego, intentará resolver con las
fórmulas de la sexuación.
Gustavo explora el oscuro
continente freudiano y traza un mapa conjetural que permita no extraviarse en
la teoría, pero también en la vida de cada uno. ¿Acaso alguno de nosotros está
exento del drama que supone el nombre propio? ¿El origen? ¿O nuestros anhelos y
aspiraciones, de mayor o menor grandeza?
Hoy vivimos una
civilización que parece no poder oponerse a la barbarie. Allí Geirola parece
decirnos: si Freud pudo, si pudo conjurar parte del sacrificio atroz, si pudo
negociar con el superyó, ¿por qué nosotros no? A lo mejor estas páginas nos
permitan entrever nuestra propia manera de hacernos un nombre, de apostar al
deseo y de invocar al amor.
Universidad
Nacional de Tucumán
Fundación
Psicoanalítica Sigmund Freud
Argentina
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