jueves, 27 de febrero de 2025

Sergio Omar Hernández Reseña Freud del nombre, del origen y del gran hombre. Ensayo conjetural, de Gustavo Geirola

 

Geirola, Gustavo. FREUD: del nombre, del origen y del ‘gran hombre’. Ensayo conjetural. Los Ángeles/Buenos Aires: Argus-a Artes y Humanidades/Arts & Humanities, 2024. ISBN  978-1944508-57-9, 316 páginas.

 

Freud: ¿Por qué se llega a ser lo que se es?

No será La fuente de Duchamp o los 4 minutos 33 de John Cage, pero este libro conserva el espíritu provocador de esas obras. Para sostener sus conjeturas sobre la vida y obra de Freud, Gustavo Geirola se sirve de la lectura que Foucault realiza de Nietzsche, produciendo allí una novedosa forma de interpretar a un sujeto en su historia. Esto es, una biogenealogía. 

Desde un principio el autor parece romper una cuarta pared para advertir al lector: “Ud. está por introducirse en una forma distinta de explorar la vida y obra de Sigmund Freud”. Perdón. ¿De quién? De Sigismund Scholmo Freud. No por nada el primer capítulo, el primer acto de esta obra, se titula “Del nombre”. 

¿Qué pasó? ¿Acaso el creador del psicoanálisis tiene un nombre artístico? Tal vez, algo por el estilo, pero este nombre de fantasía - o de fantasmas - no está diseñado en un estudio de marketing (como Karol G o Daddy Yankee), sino que surge como roca volcánica, como piedra metamórfica, aquel mineral que se transforma a sí mismo en el fuego interior del planeta. Justamente, Gustavo Geirola rastrea que este interesante juego freudiano de intercambiar nombres comienza en medio de un fragor privado: la relación epistolar del joven Freud con Eduard Silverstein, de quien se hiciera amigo a los 13 años y se convirtiera -durante diez años- en un auténtico confidente capaz de provocar en el inventor del psicoanálisis referencias sumamente tiernas, pero también despechadas. Y que el lector podrá apreciar, pues Geirola trabaja las cartas sobrevivientes: Freud no dejaría rastro de aquellas, pero Silverstein supo conservar el tesoro.

Pero no nos confundamos, de ninguna manera se aproximan estas misivas con el objetivo de exhibir un chisme pueril que entusiasme a un lector sin mayores pretensiones que atiborrarse de datos curiosos. La advertencia del autor fue clara: “Usted no está por ingresar a una biografía”: ese terreno harto conocido en el que el biógrafo recorre puntos nodales de la historia de un personaje, sucesos que se encadenan prolijamente producto de la recopilación de cartas, comentarios de allegados, y contexto de la época. No es este el trabajo de este ensayo, pero no por desechar aquella tarea. No mira de reojo y sobre el hombro a los biógrafos de Freud. Por el contrario, se sirve de ellos. Aunque para una labor distinta, novedosa, a la que él mismo llamará ‘conjetural’.

Como un arqueólogo recorrerá los sedimentos simbólicos de un hombre, las diversas capas de palabras, que a lo largo de cartas, ensayos y libros (escritos por él, sobre él, o bien, de sus discípulos), y que constituyen el único terreno por el cual se puede llegar a la verdad de un sujeto: La verdad que, como escribe Néstor Braunstein en su Ficcionario de psicoanálisis (2001), es siempre media-dicha, conjetural.

No mencionamos caprichosamente al psicoanalista argentino, pues a dos años de su partida corpórea, Geirola le dedica el libro. Ahora bien, esta intención no se debe -únicamente- a la inmensa producción ligada al psicoanálisis, el arte y la filosofía que hizo Néstor Braunstein. Sino que se trata de un gesto de gratitud por la inspiración. Pues Geirola toma el guante que Braunstein arroja a la cara del lector en su texto Edipo vienés (en Freudiano y Lacaniano, 1994): ¿Por qué Freud callaba y desfiguraba el texto de Sófocles, al cual conocía tan bien? ¿No nos enseñó eso Freud?: Quienes pretendan oír la verdad de un sujeto deben hacer eso, escuchar. Escuchar los sonidos que brotan como palabras de sí: ¿Y qué es la música si no un conjunto de sonidos y silencios?

Geirola parece decir “Freud, si tú nos enseñaste esto, permítenos la herejía de interrogar tus inflexiones, tus silencios, tus síncopas y contratiempos. Freud, si manejabas tan bien el español, ¿por qué no abundan referencias en ese idioma en tus obras? Si durante diez años usaste ese idioma para cartas con amor, con ternura, con celos, con entusiasmo…con Silverstein”. Y como sólo los no incautos yerran, Geirola conjetura: el español era el idioma de las pasiones freudianas.

¿Entonces por qué está fuera de su obra? (!!!) Justamente de la obra que puso la dinamita en los cimientos de la forma de pensar la sexualidad humana, adulta e infantil, desde la más sana a la más enferma. “Retrucaste el Pathos ¿Por qué ese idioma quedó por fuera?”.

A lo mejor, algún real aguijoneaba allí al Joven Sigismund Scholmo Freud. Quizás… dejarlo por fuera de su obra –no diríamos que de su vida—, pero sí de su obra, haya sido el costo a pagar por saber-hacer de esa pasión una obra del pensamiento, una obra intelectual, una obra científica.

Geirola pesquisa clandestinidad en estas cartas escritas en un idioma muy difícil de entender en la Viena del siglo XIX y firmadas con un seudónimo. Vale la pena mantener este nombre sustituto en las sombras para que el lector lo descubra. Cubrir y des-cubrir es parte del juego biogenealógico, y allí es preciso no anticipar ciertas sorpresas. Pero si podemos decir que será el modo en que el joven Sigismund–aún usaba aquel nombre— utiliza para incluirse en la Sociedad Española, esa sociedad de sólo dos miembros: él y Silverstein.

Ahora bien ¿es un simple juego adolescente el anonimato, los silencios, las sociedades secretas, y los idiomas furtivos que se mezclan en esta correspondencia apasionada? ¿O acaso son los sonidos del concertino que afina antes de su sinfonía psicoanalítica? Pero entonces, Freud, ¿por qué te cambiaste el nombre? 

Geirola ubicará que en aquella época entra en el silencio el nombre de los ancestros, Scholmo. A la vez que el Sigismund sufre una amputación: Sigmund. ¿Qué es lo que se arranca allí? ¿Acaso pretende un disimulo? Ciertamente el Sigmund suena más alemán que Sigismund…. Pero ¿será que también algo resonaba singularmente en Freud?

Geirola avanza y casi que lo escuchamos decir: “Freud, si eras tan ávido con la literatura española, digo… no será…tal vez…que este Sigismund era prácticamente igual al Sigismundo, del personaje principal de Calderón de la Barca? ¿Protagonista de qué obra? Nada menos que La vida es sueño. ¡Justo, Freud! ¡Parece que el español intuyó 300 años antes algo que tú continuarías! Y mira tú el nombre!”. ¡Qué parecida que es la realidad con la coincidencia!”.

¿Será posible que una grieta genealógica asome allí su cabeza? ¿De dónde proviene el nombre Sigismundo? Wagner, el famoso Wagner, el alemán Wagner, cuyas producciones musicales hacían vibrar a Europa, entre ellas una muy singular. La tetralogía operística El anillo del nibelungo, mitología nórdica de donde se destaca nada más y nada menos que Sigfrido.

Las resonancias parricidas e incestuosas de Sigismundo y Sigfrido… llamativamente no aparecen en las referencias de un autor de una amplitud artística tan basta como Freud. Quien no pudiendo desconocer esto…sin embargo no los nombra. Pareciera que ciertos silencios son producto de que se vislumbre algo que está más allá de las palabras.

Como buen jardinero, Freud realizará podas en la marca que recibe de sus antepasados: conserva el apellido. Pero recorta el Sigismund y forcluye el del abuelo “Scholmo”. Conserva el espíritu etimológico de Sigfrido/Sigismundo/Sigmund: la victoria.

Justamente, si algo logró Freud, es hacerse un nombre. Parirse a sí mismo como líder de un movimiento que, a contrapelo de las tendencias mercantilistas, hasta el día de hoy, apuesta porfiado al modo singular con la que cada quien puede arreglárselas entre aquellos dos abismos a los que llamamos nacer y morir. Geirola nos recuerda que Lacan señala el Padre-del-Nombre. Ciertamente, Freud es hijo de su producción. Y se bautiza: Sigmund. 

Pero esto no es sin costos. Y no únicamente para la vida del científico alemán cuyo saber-hacer consistió en deponer ciertas pasiones y abocarse a otras. Carnales unas, intelectuales otras. El autor avanza conjeturando: esto también tiene consecuencias en la teoría. Se los dijo, esto no es una biografía. Es un ensayo bio-genealógico. Acá se investiga el poder que trafican las palabras. Lo que Freud calla, en su vida, en su teoría, lo que le resulta inescrutable, el darkcontinent. La cuestión de la mujer y lo femenino, siempre ligado a lo insondable en Freud. Escollo en la vida y en la teoría que Lacan, luego, intentará resolver con las fórmulas de la sexuación.

Gustavo explora el oscuro continente freudiano y traza un mapa conjetural que permita no extraviarse en la teoría, pero también en la vida de cada uno. ¿Acaso alguno de nosotros está exento del drama que supone el nombre propio? ¿El origen? ¿O nuestros anhelos y aspiraciones, de mayor o menor grandeza?

Hoy vivimos una civilización que parece no poder oponerse a la barbarie. Allí Geirola parece decirnos: si Freud pudo, si pudo conjurar parte del sacrificio atroz, si pudo negociar con el superyó, ¿por qué nosotros no? A lo mejor estas páginas nos permitan entrever nuestra propia manera de hacernos un nombre, de apostar al deseo y de invocar al amor.

 

Dr. Sergio Omar Hernández

Universidad Nacional de Tucumán

Fundación Psicoanalítica Sigmund Freud

Argentina

 

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