jueves, 27 de febrero de 2025

Mariana Roldán Suárez Reseña Freud del nombre, del origen y del gran hombre. Ensayo conjetural, de Gustavo Geirola

 

Geirola, Gustavo. FREUD: del nombre, del origen y del ‘gran hombre’. Ensayo conjetural. Los Ángeles/Buenos Aires: Argus-a Artes y Humanidades/Arts & Humanities, 2024. ISBN  978-1944508-57-9, 316 páginas.

                                              

El libro de Gustavo Geirola nos invita desde sus primeras páginas a una travesía en la que hay que estar dispuestosa perderse, sólo para volver a reencontrarnos al final, diferentes de cómo comenzamos. Emergemos de su lectura cargadas de preguntas y conjeturas que no nos habitaban al comenzar el viaje.

La escritura, prolija, poética, nos va llevando, casi sin que nos demos cuenta y,al finalizar el recorrido, se añoran sus páginas, apenas lo cerramos. Es que Gustavo con su escritura, erudita y concienzuda, pero cercana e intimista, nos presenta a un Freud desconocido. Conjeturo, por mi parte, que quizás por la cercanía del autor con el teatro, se siente convocado a mostrarnos al padre del Psicoanálisis detrás de bambalinas.

Logra un engarce delicadoque nos lleva desde las contingencias, pasiones y temores de la vida de Freud a la rigurosidad de los conceptos psicoanalíticos. Nos acerca puntos de fuga que parten desde el texto que,siguiendo su estela, se podrían retomar. Desde el estrago materno, el duelo, la bio y la necro política, el papel de la memoria y el mito. Claro que la columna que sostiene la argumentación principal es la cuestión del Padre ligada al linaje y al origen.

Desde el inicio nos advierte que no estamos frente a una biografía de Freud o un análisis crítico de su obra, sino que nos encontraremos con una invitación conjetural que hace Gustavo, siguiendo los pasos de Nietzsche y Foucault. Ciertos detalles de la vida de Freud son reconsiderados así desde la perspectiva de las tensiones entre el deseo, la teoría y los acontecimientos biográficos que operan en el trasfondo de los conceptos que Freud legó al psicoanálisis. ¿Qué fue dejado de lado, borrado o modificado? Al decir del autor:

El ejercicio que este ensayo se propone hacer sigue a su modo las sugerencias foucaultianas respecto de la genealogía o –como lo traduce de Nietzsche— “la historia efectiva”, en la que Freud es el personaje de su biografía y a la vez de su contexto. La genealogía o ‘historia efectiva’ “revuelve en las decadencias; y si afronta –según Foucault— las viejas épocas, es con la sospecha –no rencorosa sino divertida— de un ronroneo bárbaro e inconfesable”. (6)

Es decir que un concepto es el resultado de la razón, pero oculta su propio proceso de elaboración, plagado de “invasiones, luchas, rapiñas, disfraces, trampas” (4). Todo concepto procede, entonces, de una historia oculta, atravesada por “los sentimientos, el amor, la conciencia” (4), cuyas huellas han sido desalojadas.

Geirola nos invita a seguir esahuella que deja el acontecimiento biográfico al convertirse en concepto. Desanda el camino que va desde Tótem y tabú, por ejemplo, hasta esos puntos de quiebre biográfico, como el cambio del nombre, que proyectan sus oscuridades y penetran en la razón. Aventura apasionante que nos invita a sumergirnos en la biografía de Freud, pero no para ser meros espectadores, sino para desentrañar sus luchas, atisbar sus temores, asistir en suma a la construcción de un nombre, un Gran Hombre, quien desde los temores y contradicciones que nos habitan a todos los sujetos, hizo de sí el Padre-del-Nombre.

Desde las primeras páginas, el autor nos acerca un concepto novedoso, un prolífico hallazgo, que nos muestra la originalidad de su estilo y el modo singular de abordar la obra freudiana. El término “obturación”, que lo utiliza para referirse al mecanismo que devela el montaje de los conceptos freudianos. Cada concepto se puede entender como una construcción que da a ver al mismo tiempo que rebela aquello que intenta ocultar. El Diccionario de la RAE define ‘obturación’ como “tapar o cerrar una abertura o conducto introduciendo o aplicando un cuerpo”. Se obtura, pues, una grieta, una falla. Obturar no se corresponde con el sentido de ‘reprimir’. Así se pregunta el autor:

¿Qué abertura o vacío querrá tapar Freud, con su cuerpo, con su cuerpo textual escriturario y conceptual? ¿Se tratará solamente del temor a la muerte o a la pérdida de su madre, o involucrará, además, otras instancias de su sexualidad? ¿Se trata, de acuerdo al diccionario, de un vacío –o agujero o grieta— que resulta taponado, obturado o, a lo sumo, velado e, incluso –para usar un mexicanismo elocuente— ninguneado? (19)

¿Qué partes de su historia personal quedaron silenciadas o distorsionadas? Desde las cartas desaparecidas de su amigo de la adolescencia Silberstein, hasta los sueños donde la figura del padre reaparece constantemente, como un espectro imposible de eludir, el horror a la muerte de la madre, la presentificación del anhelo parricida de los discípulos, entre otros.

El autor, en las primeras páginas, recorta un acontecimiento biográfico, que desde su perspectiva,dista de ser anecdótico, tal como fue tratado por algunos de los biógrafos de Freud ycarente de consecuencias a nivel teórico. El temprano cambio de nombre que operó de Sigismund a Sigmund, en realidad la eliminación de dos nombres Sigismund Schlomo y su propia nominación como Sigmund. Con lucidez, y con citas precisas que apoyan sus elucubraciones, Geirola nos va mostrando el itinerario que recorre Freud desde ese cambio de nombre, que implica descontarse del linaje de los Freud, dejar de ser uno más en la serie genealógica para convertir su nombre en marca registrada. Acercándonos a cada paso las teorizaciones de la Dra. Geréz Ambertín acerca del superyó y el destino, nos advierte que Freud, desde esta inscripción y con el armado de su corpus teórico, modifica su destino, ese que fue tempranamente profetizado por su padre Jakob Freud, al decirle que no sería alguien. 

Como nos advierte Marta Geréz en su libro Entre deudas y culpas, sacrificio, la diferencia de Freud con Edipo es definitiva: Freud desidealiza al padre, no queda atrapado en el goce del padre real y no procede al suplicio sacrificial al mismo. A partir del cambio de nombre, se desgaja del linaje paterno (del Sigismund y del Schlomo, pero también de la tradición judía); así, opta por un duelo interminable en el que no intenta velar los pecados del padre –incluso la falta en él mismo.

A lo largo de varios capítulos nos ofrece una mirada atrapante de la saga de los Freud, marcando las diferencias entre ésta y la de los Labdácidas. Recrea el Edipo vienés de Néstor Braunstein, al que enriquece con sus aportes, mostrándonos, desde los impasses biográficos de Freud, cómo se fue tramando el mito y las obturaciones que allí operan.

Uno de los taponamientos a los que alude Gustavo es a la de la obra de Calderón de la Barca, La vida es sueño. Así conjetura que esta obturación configura una ausencia, un vacío en la genealogía freudiana del Edipo. A lo largo del capítulo en los que el autor nos presenta este escrito calderoniano, va engarzando y mostrándonos los paralelismos entre la propia vida de Freud y la de Segismundo, protagonista de La Vida es sueño, quienes curiosamente tienen el mismo nombre. Freud fue un ferviente lector de clásicos de la literatura española y el castellano era el idioma que utilizaba en su comunicación epistolar con su amigo Silberstein, por lo que Geirola conjetura algunas causas para entender por qué Freud obturará La vida es sueño en su Edipo vienés, cosa que no hizo con Hamlet. Teniendo en cuenta la relación de Freud con su madre Amelia, podemos imaginar hasta qué punto la figura de Clorilene (madre del Segismundo calderoniano) asesinada por su hijo al nacer, le produjera estupor, no sólo por el temor que siempre tuvo respecto a la muerte de su madre, sino porque el nacimiento de Segismundo, además, eliminaba toda posibilidad de realizar sus deseos incestuosos.

Otra de las “obturaciones” en la obra freudiana es la relacionada con el lugar que asigna a la mujer dentro del sistema fálico e incluso sobre la cuestión de la homosexualidad masculina en su conceptualización de Tótem y tabú, por ejemplo.

Esta es, a mi parecer, una de las más ricaslíneas argumentativas que desarrolla Gustavo a lo largo de toda la obra y que abre a interrogantes que, como analistas, debiéramos acoger.  La pregunta por lo femenino y su potencia, así como el cruce con la teoría lacaniana y las fórmulas de la sexuación. Freud no pudo articular una posición femenina que escape del dominio fálico, y es aquí donde Lacan interviene con su idea de que “La mujer no existe”. Lacan argumenta que la mujer es no-toda dentro de la lógica fálica, lo que significa que el goce suplementario, al que tienen acceso, no puede ser limitado o reducido a los términos de la función fálica, como sucede con el hombre.

El autor nos regala, en el medio de estas argumentaciones, interrogantes que nos abren a debates necesarios, conjeturas que delinean nuevas ficciones.  Así nos dice:

¿Podría inventarse –y, en ese caso, si fuera posible, cómo sería la escritura— un mito a partir del matriarcado equivalente al que nos ofrece Freud en Tótem y tabú? ¿Qué tipo de consecuencias conceptuales, sociales, culturales, políticas, podría tener hoy esa invención? (40)

Freud obstruye la posibilidad de pensar quelas mujeres de la horda podrían también haber tenido sus propios motivos para matar al Urvater. En todo el Moisés, Freud tampoco menciona la herética Eva ni tampoco de la sumisa María.“

Tal vez no conspiraron, tal vez gozaban junto al padre, quizás no asistieron al banquete y no devoraron al padre, tal vez evitaron la culpa y gambetearon al superyó, y se reservaron la palabra y la voz para hacerla resonar como alternativa al momento, preciso, de la declinación de la función paterna y del deterioro y hasta el fracaso de la fraternidad tal como la observamos hoy. (111-112)

Geirola nos muestra tambiénla fascinación freudiana por el parricidio, que recorre obras como Tótem y tabú o El hombre Moisés y la religión monoteísta, como una lucha interna entre someterse a los imperativos del superyó paterno o destruirlo para erigir una nueva ley. Freud no podía dejar de escribir acerca de esto, porque, en cierto modo, él mismo era víctima de la pulsión parricida, siempre temeroso de ser destruido por sus propios discípulos en un ciclo de repetición interminable. En su propia vida, se enfrentaba a un dilema: someterse a la figura del padre o erigir una nueva ley que lo desafiara. Al ir más allá del padre, no solo funda una disciplina, sino que se coloca en el centro de una dialéctica donde convertirse en “gran hombre” también significa estar expuesto a ser, a su vez, superado o destronado.

El psicoanálisis es, nos dice Geirola, una obraque pivotea entre la pasión de la ignorancia y una certeza de que el padre es un síntoma que hay que tratar de levantar. Así es que Freud no ceja en su esfuerzo por abordar con la palabra a ese padre real, con su violencia y su odio, en su versión del Urvater en Tótem y tabú.

En definitiva Gustavo nos invita a una puesta en escena sobria, pero divertida, rigurosa, pero poética. Se abre el telón y suben a escena Freud con el linaje familiar que lo antecede. Así vemos a Jakob y Amelia en la danza de la muerte y de la pérdida, del desarraigo y la maldición. A un adolescente Freud buscando descontarse de esa genealogía, nombrándose Sigmund, intentando torcer el destino, esa cara feroz del superyó que nos compele a repetir lo peor.

Aparece en esa escena también Eduard Silberstein, ese amor adolescente de Sigmund, con quien comparte el español como un lenguaje amoroso que los recorta en un universo privado.Estos personajes muestran sus amores, sus temores, sus pasiones mientras la voz en off de Gustavo nos relata y nos regala un texto para ir, desde estas escenas, a los conceptos psicoanalíticos forjados por el padre del psicoanálisis.

En los cuadros siguientes vemos desplegarse, en tormentosas escenas, a Edipo y la consumación de su destino atroz, a los hermanos de la horda que asesinan y devoran a ese padre que no cesa de retornar, a la vez que también enmarca y pacifica. Atisbamos al coro de las mujeres que, se diría, Gustavo anhela y presiente. Esa presencia femenina en potencia, esperando su momento para desplegar la invención y el deseo.

Llegan Moisés y los egipcios, que se mezclan con los nazis, el exilio y el temor a la propia muerte.

Nos lleva,antes de que caiga el telón, a las calles de Dublín y hacen su aparición, Joyce con Freud, apelando a la obra y la escritura como modo de existencia deseante, como marca escrituraria que posibilita seguir y crearse a sí mismos, torciendo la fatalidad, creyendo en el inconsciente, aceptando su castración, soportando que el Otro es inconsistente,inexistente, y que no hay garantías. 

Hay cierto registro de escritura -poética- como la que nos ofrece Gustavo Geirola, que bordea los márgenes de lo real. Es una escritura femenina, cómo la que el autor identifica en Joyce y Freud, que se alcanza en las orillas, que, no siendo toda fálica, sabe de poesía.

Mariana Roldán Suárez

Fundación Psicoanalítica Sigmund Freud

 

Bibliografía

Gerez Ambertin, Marta. Entre deudas y culpas:sacrificios. Critica de la razón sacrificial. Buenos Aires; Letra Viva, 2008.

 

 

 

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